La ciática se refiere al dolor causado por el nervio ciático que lleva mensajes desde el cerebro a través de la médula espinal hasta las piernas. El dolor de la ciática generalmente se irradia hacia un lado desde la parte inferior de la espalda hacia la pierna, a menudo debajo de la rodilla. La causa más común es un disco abultado («herniado») en la parte baja de la espalda. Los discos son estructuras similares a llantas que se ubican entre los huesos de la columna vertebral. Si el borde externo del disco se desgarra, generalmente debido a la presión rutinaria en la parte inferior de la espalda, el material interno gelatinoso puede salirse y pellizcar o inflamar el nervio cercano. La ciática es más común en personas de 30 a 50 años.
¿Cómo saber si es ciática?
La clave para diagnosticar la ciática es una historia completa y un examen enfocado. Los síntomas de la ciática a menudo empeoran al sentarse o toser y pueden ir acompañados de entumecimiento u hormigueo en la pierna. Un examen físico puede confirmar que el nervio ciático está involucrado. Si hay debilidad muscular o reflejos disminuidos en la pierna afectada, una prueba de imagen como una resonancia magnética de la espalda puede ser útil y ayudar a guiar la decisión de una cirugía temprana.
Tratar el dolor de ciática… y gestionar las expectativas
Mucha gente piensa (comprensiblemente) que cuanto peor es el dolor, más probable es que esté pasando algo malo. Sin embargo, esto no es cierto para la ciática. El cuerpo puede reabsorber el material del disco que está causando los síntomas, incluso para aquellos con dolor intenso. Por lo tanto, el tratamiento se enfoca en controlar el dolor y mantener a las personas lo más activas posible.
Si el dolor es insoportable, acostarse por períodos cortos puede ayudar, pero el reposo prolongado en cama no. Entonces, una vez que el dolor se vuelve manejable, es importante levantarse y comenzar a caminar distancias cortas. Dado que estar sentado aumenta la presión sobre los discos de la parte baja de la espalda, evite estar sentado o conduciendo durante períodos prolongados. Muchas personas prueban tratamientos como fisioterapia, masajes, acupuntura y manipulación quiropráctica, pero la evidencia sugiere que, si bien estos enfoques pueden ayudar con el dolor lumbar típico, son menos útiles para la ciática. Los analgésicos de venta libre como el ibuprofeno y el naproxeno pueden ayudar. Cuando no es así, es posible que se necesite el uso a corto plazo de analgésicos recetados más fuertes.
La buena noticia es que para la mayoría de las personas (aproximadamente tres de cada cuatro), los síntomas mejoran en unas pocas semanas. Para aquellos que no mejoran después de seis semanas, la cirugía es una opción. Sabemos que la cirugía puede acelerar la recuperación, pero entre los 6 y los 12 meses, las personas que se someten a una cirugía suelen estar tan bien como las que deciden darle al cuerpo más tiempo para sanar por sí solo. La cirugía consiste en extraer el material del disco que está afectando al nervio. Por lo general, es un procedimiento muy seguro y, aunque las complicaciones son raras, pueden ocurrir. Además, entre el 5 % y el 10 % de las personas que se someten a una cirugía no mejorarán o pueden tener un dolor peor después.
Los pacientes a menudo preguntan acerca de las inyecciones espinales, donde se inyectan esteroides en el área afectada. Vale la pena considerarlo para aquellos con dolor incontrolable o para aquellos con síntomas persistentes y molestos que desean evitar la cirugía. Las inyecciones pueden proporcionar un alivio de la ciática a corto plazo. Como cualquier procedimiento, tiene riesgos poco comunes, incluido más dolor, y no parece disminuir la necesidad de una cirugía futura.
Fuentes
Disco intervertebral lumbar herniado. New England Journal of Medicine, mayo de 2016.
Evaluación y manejo del dolor lumbar agudo en el entorno de atención primaria. Revista de Medicina Interna General, febrero de 2001.
Inyecciones epidurales de corticosteroides para radiculopatía y estenosis espinal. Annals of Internal Medicine, septiembre de 2015.
Adaptado de una publicación del blog de salud de Harvard por Steven J. Atlas, MD, MPH